RNtv Briconsejo nº 32 Nativa o extranjera, es la misma clase obreras
La llegada de personas migrantes a nuestras costas durante los meses estivales, algo que ocurre cada año por las mismas fechas, ha abierto el debate sobre la política migratoria de nuevo. Y en este sentido está bien que se haya vuelto a poner sobre la mesa cuestiones que los gobiernos, tanto los de la Unión Europea como los del Estado español, tratan solo cuando los medios de comunicación lo ponen “de moda”, porque en sus agendas que miles de personas encuentren la muerte en el Mediterráneo mientras huyen de la pobreza y la miseria gracias, en gran medida, al expolio del Primer Mundo, puede esperar.
Así pasó el pasado junio, cuando el Aquarius llegó al puerto de Valencia con 600 personas a bordo después de llevar días sin que ni Italia ni Malta dejaran desembarcar a las migrantes en alguno de sus puertos. La cobertura mediática fue brutal, algo que sería muy correcto si no fuera porque durante los días que duró el dispositivo de atención a las rescatadas del Aquarius, solo en las costas andaluzas efectivos de Salvamento Marítimo rescataron a más de 1000 personas sin cobertura de ningún tipo salvo la crónica de algún periódico local en la sección de sucesos y con las tripulaciones de los barcos de rescate al límite.
Mientras todo esto tenía lugar, y continúa ocurriendo, los debates alrededor de la ayuda humanitaria que estas personas deben recibir se han centrado en discursos xenófobos y racistas. Formaciones políticas de ultraderecha, organizaciones conservadoras e incluso aquellas que disfrazan de solidaridad lo que solo es caridad, justifican que decenas de seres humanos sean ignorados en el mar, abandonados a su suerte porque “aquí ya somos demasiadas”.
Piden que el control de las fronteras sea aún más acérrimo, exigen más medios represivos para los cuerpos y fuerzas que se encargan de vigilar las fronteras, incluso se ha podido comprobar que las decisiones de determinados gobernantes en materia de inmigración no tienen ningún tipo de consecuencia más allá de las denuncias que algunas oenegés puedan lanzar ante la falta de empatía ante el sufrimiento de tantas personas.
Para colmo, por si nos parece poco la actitud de nuestros Estados, hemos tenido que soportar que desde estas tribunas se acusen a las propias personas trabajadoras de entes públicos de salvamento marítimo, esas que hacen todo lo que pueden con lo poco que tienen, de estar fomentando la “inmigración ilegal” y de “perjudicar gravemente” la economía española.
Lo tenemos muy claro. En nuestro país las culpables no han llegado en pateras intentando encontrar una oportunidad de futuro entre nosotras. La crisis-estafa que nos han hecho pagar con creces a costa de nuestros derechos y libertades tiene culpables, muchos de ellos siguen todavía sentados en sillones de representación.
No podemos ni debemos olvidar que nosotras también tuvimos que buscar la solidaridad y el apoyo mutuo lejos de nuestra tierra hace años. Intentemos no olvidar parte de nuestra historia, sobre todo porque nativa o extrajera todas somos Clase Obrera.