RNtv Vacian los pueblos
Durante la década de los sesenta más de cuatro millones y medio de personas, normalmente personas trabajadoras subempleadas en la agricultura, cambiaron de residencia en España, migraron del campo a la ciudad, pasando a ocupar la oferta de puestos de trabajo en los sectores económicos en desarrollo. La población ocupada en actividades del sector agrario pasó del 42 por ciento, a estar por debajo del 24 por ciento.
Entre 1960 y 1975 tres millones de personas emigraron al extranjero, Suiza, Bélgica, Alemania y Francia, principalmente.
El número de turistas extranjeros se multiplicó por ocho entre 1959 y 1973, pasando de poco más de cuatro millones a casi treinta y cinco, proporcionando al régimen y a la economía capitalista otra fuente de ingreso, las divisas, con crecimientos exponenciales en esos años.
El crecimiento industrial, siguiendo la tendencia marcada desde comienzos del siglo XX, se concentró en el triángulo Barcelona, Vizcaya y Madrid, con importantes consecuencias para la distribución regional de la población. Esas áreas industriales y las ciudades del Levante recibieron cientos de miles de emigrantes, mientras que amplias zonas de otras regiones, especialmente de Andalucía, de las dos Castillas y Extremadura, se despoblaron.
La población española aumentó diez millones en las cuatro décadas de la dictadura, pasando de veintiséis en 1940 a treinta y seis en 1975, debido sobre todo al descenso brusco de la tasa de mortalidad.
En la actualidad la desaparición de pueblos se ha agravado durante la última década, hasta el punto que desde numerosos sectores sociales y organismos públicos han levantado la voz de alarma pidiendo medidas de choque urgentes para dar el vuelco a la situación.
Aunque muchas son las causas que explican la despoblación que cada vez se agudiza más en las zonas rurales -alto envejecimiento, baja natalidad, reducción de los servicios públicos o falta de infraestructuras digitales-, la escasa rentabilidad de las explotaciones agrarias es, sin duda, una de las principales.
Un falta de rentabilidad directamente relacionada con la estructura agrícola de nuestro país, en la que los cultivos de regadío apenas ocupan 3,8 millones de hectáreas de los casi 17 millones de superficie cultivable de nuestro país.
En 2017, catorce provincias españolas se asemejaban a un verdadero desierto demográfico, ya que más del 80% de sus municipios tenían menos de 1.000 habitantes. Pongamos el ejemplo de Soria, donde un 94% de sus municipios está en riesgo extremo de extinción. De los 183 municipios que tiene Soria,habita solo once tenían más de mil ntes, 164 menos de 500 y, de éstos, la inmensa mayoría no pasaban de cien empadronados.
Este movimiento de población de los pueblos a las ciudades lleva provocando que amplias regiones de la península queden despobladas con regiones con densidades de población que compiten en los ránking europeos con Laponia.
La densidad de España en su conjunto se situó en 2016 en 92 personas por kilómetro cuadrado, por debajo de la media de la Unión Europea, de 177 personas, y de países como Alemania, con 233 personas. La situación es especialmente llamativa en las comunidades más afectadas por la despoblación, como Castilla y León, en donde ese índice europeo cae hasta 26 personas por kilómetro cuadrado.
Sólo teniendo en cuenta el periodo entre 2017 y 2018, hasta 26 provincias perdieron población en ese año, siendo las que más han perdido, en porcentaje, Zamora, Ávila, León y Cáceres mientras que las provincias que más han ganado población entre 2017 y 2018 son Islas Baleares, Madrid y Santa Cruz de Tenerife.
La otra cara de la moneda es la inmigración de ciudadanos de otros países que han visto en la despoblación de zonas rurales la oportunidad para labrarse una vida en España o de extranjeros que se asientan en este tipo de pueblos buscando la tranquilidad. Esta llegada de migrantes ha cambiado la vida en muchos pueblos españoles hasta el punto de que en algunos municipios en 2018 ya había registrados más extranjeros que españoles.
Entre los 4.955 municipios españoles de menos de 1.000 habitantes no llegan a sumar 1,5 millones de vecinos, donde además más del 40% de la población supera los 65 años.