RNtv La lucha sigue estando en las calles

Entre los años 2011 y 2014 se vivió un ciclo de movilización histórico. Tres huelgas generales, el hito fundamental del 15-M, e importantes movilizaciones populares de todo tipo provocaron, sobre la base de la deslegitimación de las instituciones que la crisis estaba provocando, que se abriera una importante brecha en el régimen político y social. La consecuencia electoral quedo clara: el bipartidismo llego a su fin.

En la coyuntura actual, con más de 13 millones de personas en riesgo de pobreza y exclusión en España, sería lógico que el clima de indignación fuera in crescendo y no de crescendo como, sin embargo, está ocurriendo en estos últimos años.

Tras un breve periodo en el que se sucedieron auténticos fenómenos sociales como el 15M o las Marchas de la Dignidad del 22M y se agitó la indignación política, forjando un denso tejido asociativo, todo vuelve a la calma. La calma de los poderosos o de los mercados, aquellos que hace unos años nos vacilaban constantemente con “su prima de riesgo”. Y aún con ello, hay que reconocer que ni por asomo las reivindicaciones sociales de esos años fueron tan multitudinarias como las que ocurrieron en época de nuestros abuelos y abuelas.

Aquella manifestación histórica durante las Marchas de la Dignidad en marzo de 2014, a la que acudieron más de un millón de personas, ahora solo puede ser comparable a las manifestaciones del 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, donde se organizaron más de 1.500 actos en los que participaron más de cinco millones de personas por todo Estado.

Las promesas electorales, por parte del PSOE, sobre la derogación de las Reformas Laborales de 2012 y 2013, así como la Ley Mordaza, puede ser una de las causas de esta desmovilización social que vivimos pero no es la única. La “izquierda” que pretendía asaltar los cielos en procesos electorales en estos últimos años no ha conseguido lo que sí se podría haber logrado desde y en las calles de pueblos y ciudades del Estado español. Es decir, esta “izquierda” domesticada se encargó de “sacar” de estos círculos de acción a gente muy válida para organizar la protesta y reivindicación importantes para sentar un verdadero cambio en panorama sociopolítico, y las colocó en parlamentos y ayuntamientos en los que el “cambio” no se ha notado.

Además no podemos olvidar el papel de los mal llamados medios de comunicación o medios de masas, encargados de adormecer a la población a través de mensajes encaminados a convencer a la gente para que se resigne y no luche, sirviendo a los verdaderos intereses de sus dueños.

Durante el cuarto trimestre de 2018, el Instituto Nacional de Empleo registró alrededor de un millón y medio de parados de larga duración, según se reflejó en la Encuesta de Población Activa.

El trabajo que se crea es precario, desde 2008 hasta hoy los menores de 25 años han sido claramente los mayores damnificados de la regresión experimentada en el mercado laboral, donde los contratos de duración determinada y a tiempo parcial duplican ampliamente las cifras europeas.

Entre los 20 y 24 años solo un 8 por ciento de las personas jóvenes se han ido de casa su familia, frente al 30 por ciento de la media europea, y entre 25 y 29 años casi el 39 por ciento, mientras que en el resto de la Unión Europea el 59 por ciento ya han formado su propio hogar.

El capitalismo, como modelo cultural ha tenido la “virtud” de disolver lo colectivo del conflicto, logrando meter en la cabeza y en las prácticas de las personas, la lógica racional individual: cada persona busca maximizar sus posibilidades para alcanzar el mayor beneficio, y claro, las cooperaciones voluntarias de manera social, la llamada solidaridad, son imposibles o muy minorizadas por unos miles de “militantes”, logrando que las personas compitamos unas contra otras por unos recursos (empleos, comida, hábitat, espacios…) que son “escasos”.

Cómo suponemos que las personas no somos “masoquistas por naturaleza”, ¿cuáles son entonces las claves que les mueven para no estar en la calle a miles, a cientos de miles, a millones de personas exigiendo un cambio real y efectivo de modelo social y de Vida?, ¿tienen que ser, otra vez, nuestras abuelas y abuelos las que se movilicen?
¿A que esperamos?