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Desde que nos levantamos por la mañana hasta que nos acostamos por la noche estamos generando gases de efecto invernadero. Nuestros hábitos de consumo, la alimentación, la energía, los modos de transporte que usamos, el tipo de vivienda donde habitamos, la gestión de nuestros residuos… Todo emite CO2. Dado el peligro ya constatado del cambio climático, la cuestión está en emitir menos y ser más responsables con el Planeta. ¿Se puede hacer?

La agricultura, junto a la deforestación, es responsable de cerca de un cuarto de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero debidas a la acción del hombre, que asegura que si incluimos los cultivos, la ganadería, la silvicultura y la pesca, las emisiones casi se han duplicado en los últimos 50 años y pueden aumentar en otro 30 por ciento para el año 2050.

Dos tercios de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero se deben al modo en que producimos y usamos la energía. Es fundamental acudir a fuentes de energía limpias en vez de usar combustibles fósiles, ya que la combustión de carbón, petróleo y gas produce dióxido de carbono y óxido nitroso.

El transporte en nuestro estado representa cerca del 40% de la energía consumida. Genera aproximadamente una cuarta parte de los gases de efecto invernadero emitidos y más del 40% del total de las emisiones totales de óxidos de nitrógeno. El transporte contamina por tierra, por mar y por aire, pero si nos atenemos a los vehículos en la Unión Europea, los turismos y las furgonetas producen alrededor del 15% de las emisiones de CO2 y los camiones, autobuses y autocares causan en torno al 5%.

Tras el anuncio por parte del Gobierno del fin de la producción y venta de automóviles con motores de combustibles fósiles (diésel, gasolina, gas), las multinacionales del auto y otros grupos de poder, quieren aprovechar una necesidad de todas y todos, para generar una reconversión brutal de la industria, por la que ellos mantendrían sus beneficios, pero millones de trabajadores y trabajadoras perderían su puesto de trabajo.

El gobierno español ha planteado este asunto para 2040 y 2050, pero otros países lo han hecho para 2025 o 2030. Por ello la transformación para la transición energética puede ser más cercana de lo que nos parece. El reciente anuncio de General Motors de cerrar siete plantas en el mundo, es un ejemplo de que las multinacionales ya están aplicando “su solución”.

Y ese cambio drástico, imprescindible para la luchar contra el cambio climático de forma global y contra las graves disfunciones del sistema energético en nuestro país, pasa por lograr en 2050 cero emisiones de Gases de Efecto Invernadero y un sistema libre de cualquier otra característica medioambientalmente insostenible como lo puede ser la generación de residuos radioactivos.

Aunque los nuevos objetivos suponen un avance respecto a la situación anterior, la planificación presentada está lejos de la ambición requerida. La medida de introducir zonas de bajas emisiones y otras de mejoras de la movilidad en municipios de más de 50.000 habitantes es positiva, pero no suficiente. Sin embargo, son necesarias mayores medidas para frenar el crecimiento de las emisiones en este sector, que se prevé aumentarán en los próximos años.

Echamos en falta una apuesta firme por el ferrocarril tanto para el transporte de pasajeros como de mercancías, pero seguimos presenciando como el ferrocarril convencional se sigue deteriorando, sin inversión en su mantenimiento, y vemos cómo va desapareciendo día a día.

¿Es necesario este cambio de modelo energético?

¿Son los plazos marcados, por los distintos gobiernos, realistas?

¿Están las trabajadoras de la industria del automóvil en peligro?