RNtv Energías renovables

El cambio climático que está sufriendo nuestro planeta se debe principalmente a que los combustibles fósiles siguen siendo la mayor parte del suministro energético que usamos.

En nuestro Estado, en dos mil diecinueve, el cincuenta y uno por ciento de la energía utilizada provenía del de derivados del petróleo, otro dieciséis por ciento gas natural, y las renovables para usos térmicos solo un siete por ciento.

El resto, un veintitrés por ciento, es electricidad, y un treinta y nueve por ciento de esta se ha generado con energías renovables y un vendidos por ciento con energía nuclear.

En 2020 las emisiones se redujeron en un diecisiete por ciento respecto al año anterior, y llegaron incluso a situarse por debajo de las de mil novecientos noventa, año de referencia en los acuerdos internacionales del clima. Una victoria efímera lograda por unas circunstancias excepcionales que nadie puede desear que se repitan.

En la presente década la energía eólica y la solar fotovoltaica son las tecnologías llamadas a satisfacer una parte importante de la demanda eléctrica, porque ofrecen una rentabilidad que atrae a los inversores, los grandes y los pequeños. Su despliegue debe y puede hacerse bajo una exigencia de reducción de impactos teniendo en cuenta la protección territorial y de la biodiversidad, así como el desarrollo industrial autóctono y la generación de empleo local.

El autoconsumo fotovoltaico sobre tejados o cubiertas suele señalarse como el modelo de despliegue renovable para evitar las grandes instalaciones sobre suelo, pudiendo llegar a generar el treinta y ocho por ciento de la energía utilizada en los hogares, pero esto no es suficiente para la electrificación necesaria de todos el transporte y empresas, y para poder eliminar todas las energías contaminantes, incluida la nuclear.

Las proyecciones de los impactos del cambio climático en el Estado español son muy preocupantes. La publicación del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ‘Impactos y riesgos derivados del cambio climático en España’, de dos mil veinte, informa de los escenarios probables, con aumentos en la escala anual de las temperaturas máximas de entre 2 y 6,4 grados. Con incremento de los días cálidos y de las olas de calor más largas.

En definitiva, la riqueza de la flora y la fauna de la península Ibérica que conocemos hoy se transformará a lo largo de esta década hacia sistemas ecológicos empobrecidos y más vulnerables, por efecto del cambio climático en curso. La esperanza de conservación está en la protección medioambiental, pero también en la reducción de emisiones para frenar su intensidad. Y a medio plazo esa es la única opción efectiva.

Aunque las nuevas instalaciones renovables también puedan generar impactos indirectos, ya que competirán con otros usos del suelo por requerir una ocupación de territorio mayor que las centrales convencionales, el retraso en el despliegue de renovables implica aumento de emisiones y convivencia con el riesgo nuclear.

Han de marcarse objetivos a corto plazo, existen ahora en todo el Estado veintiséis mil megavatios de potencia proveniente de eólicas y se tienen que alcanzar los cincuenta mil megavatios. De fotovoltaica se ha de pasar de diez mil megavatios a los treinta y cinco mil megavatios.

¿Seremos capaces de cumplir estos objetivos?